
Desde hace más de tres décadas, el fotógrafo británico Dan Milner se ha transportado a sí mismo y a su bicicleta de montaña a algunos de los rincones más remotos del planeta en busca de recompensas en los singletrack, e historias fotográficas que compartir. Siempre dispuesto a cambiar una habitación de hotel por una tienda de campaña, afirma que estas aventuras no solo consisten en conocer un nuevo destino, su cultura y sus gentes, sino también en ponerse a prueba a sí mismo y a sus propios límites.
"¿Avanzamos como criaturas civilizadas, o retrocedemos como cobardes?", pregunta el profesor Lidenbrook con algo más que pompa inglesa. Doy vueltas a la frase en mi mente mientras observo una borrasca que se aproxima enroscándose alrededor de los picos que tenemos delante. Está a punto de hacernos llegar algunas de las conocidas condiciones meteorológicas de Islandia, así que, al igual que Lidenbrook, tenemos que tomar una decisión.
Quizá recordar una frase del guión de una vieja película no sea la mejor manera de tomar decisiones que podrían determinar si llegaremos a tiempo para tomar una cerveza después del viaje, pero al igual que el momento heroico de Lidenbrook en la película de 1977 basada en la novela clásica de Julio Verne, Viaje al centro de la Tierra, nos enfrentamos a retos al estilo islandés. Vale, vamos en bici por un paisaje volcánico escarpado en lugar de tropezar por un pasadizo subterráneo acosado por gases nocivos y dinosaurios hambrientos, pero un vistazo al terreno primigenio que nos rodea me deja la certeza de que las bestias prehistóricas podrían salir de detrás de una roca en cualquier momento. Islandia puede tener ese efecto en tu imaginación: probablemente sea la razón por la que el libro de Verne, lleno como está de monstruos desaparecidos hace mucho tiempo y hongos gigantes, es tan fantástico.



Seguimos adelante, más por el deseo de completar nuestro bucle de doce kilómetros de sendero que por cualquier negación del concepto de "civilizado" o "cobarde" de un guion dudoso. Al fin y al cabo, si hemos de creer el viejo adagio, el mal tiempo no existe, solo la ropa inadecuada. Hashtag: Poneos las chaquetas y seguid pedaleando. La borrasca que se aproxima no es del todo inesperada; dada la posición de Islandia entre dos mares notoriamente tormentosos, sabíamos que venir en bicicleta aquí traería consigo retos meteorológicos, incluso en junio, pero tanto yo como mi compañero Andrew Neethling, embajador de Shimano, también sabíamos que este paisaje agreste, colorido y virgen tendría sus recompensas si estábamos dispuestos a, como dice el profesor Lidenbrook, "avanzar como bestias civilizadas" cuando el tiempo arreciara.

El sendero se abre en un anfiteatro de una belleza sobrecogedora: estas vistas por sí solas son recompensa suficiente para seguir adelante, incluso sin el largo y sinuoso descenso que nos espera. Es una historia común a cada uno de los días de este viaje: el tiempo cambia de humor cada hora, mientras que cada nuevo giro en un sendero revela una nueva vista a través de aún más vastas e indómitas mesetas volcánicas, o se convierte en la puerta de entrada a un desafiante pumptrack que discurre sobre afloramientos escarpados de lava vomitada desde las entrañas de la Tierra hace siglos, o quizá solo meses. La conducción, los paisajes y la idea de existir aquí: todo es un signo de humildad.

No puedes visitar Islandia sin sentirte humilde, probablemente sea lo más importante que te lleves de este país, pero viene acompañado de inspiración. Durante tres días recorremos los fluidos singletracks de Islandia a través de algunos de sus paisajes más impresionantes. Nos quedamos boquiabiertos ante glaciares que se desploman y bordeamos profundos barrancos que han sido cortados en la roca por fuerzas incalculables, con la misma facilidad con que un cuchillo caliente atraviesa la mantequilla. Luchamos contra vientos en contra y llevamos la bicicleta al hombro bajo despejado cielos azules. Y cuando partimos, juramos volver. Como Julio Verne, sabemos que solo hemos arañado la superficie; cava un poco más y quién sabe lo que se puede descubrir.



Bio
Desde hace más de tres décadas, el fotógrafo británico Dan Milner se ha transportado a sí mismo y a su bicicleta de montaña a algunos de los rincones más remotos del planeta en busca de recompensas en los singletrack, e historias fotográficas que compartir. Siempre dispuesto a cambiar una habitación de hotel por una tienda de campaña, afirma que estas aventuras no solo consisten en conocer un nuevo destino, su cultura y sus gentes, sino también en ponerse a prueba a sí mismo y a sus propios límites.
Texto y fotos Dan Milner